La Cámara Sepulcral Ibérica de Toya y el Centro de Interpretación de las Tumbas Principescas de Toya y Hornos en Peal de Becerro, Jaén, constituyen un valioso patrimonio arqueológico. Este complejo ofrece una visión única de la cultura ibérica y sus rituales funerarios, destacándose por su arquitectura y los artefactos encontrados.
La Cámara Sepulcral de Toya está situada en la carretera de Peal de Becerro a Toya, km 5,5. Este monumento, considerado uno de los más importantes de la arquitectura ibérica, fue descubierto en 1908 por un campesino mientras araba el Cerro de la Horca. El hallazgo incluyó vasijas, monedas y otros objetos que se dispersaron en colecciones privadas y museos.
La Cámara Sepulcral, datada entre los siglos V y II a.C., presenta una estructura compartimentada en cinco espacios, con sillares de piedra labrados y «arcos» truncados en dos de sus puertas. Su diseño permite un juego con la luz solar durante los equinoccios y el solsticio de verano. Este conjunto arquitectónico es una síntesis de influencias griegas, fenicias y etruscas.
El ajuar encontrado incluye objetos como la Bicha de Toya, una figura de cuadrúpedo de piedra caliza, urnas cinerarias, cerámica griega y indígena, un carro de hierro, un casco de bronce, armas, alhajas y diversos elementos funerarios. Muchos de estos objetos se exhiben en el Museo Arqueológico Nacional y el Museo Arqueológico de Granada.
El Centro de Interpretación está ubicado en la calle Josefa Santamaría nº4 en Peal de Becerro, junto a las Torres Medievales de Peal. Este centro es fundamental para comprender la cultura y los rituales funerarios ibéricos. Ofrece una réplica a tamaño real de la Tumba de Hornos y visitas virtuales a la Cámara de Toya, junto con vídeos y exposiciones que ilustran la vida y las costumbres de los íberos.
La Cámara Sepulcral de Toya fue declarada Monumento Artístico Histórico en 1918. Es un testimonio de la sofisticación arquitectónica y cultural de la sociedad ibérica, que refleja una mezcla de influencias mediterráneas. Múltiples investigadores destacados han estudiado este lugar, incluyendo a Joaquín Ruiz Jiménez y J. Cabre en la obra «El Sepulcro de Toya».